
Editorial | El cierre de la Radio Pública: cuando molesta que el pueblo tenga voz
CONCORDIA25 de julio de 2025

Concordia ya no tiene radio pública. FM 89.7, conocida como Radio Ciudadana, fue silenciada por decisión del intendente Francisco Azcué y con el aval dócil del Concejo Deliberante. La excusa: el gasto. La realidad: una decisión política para eliminar una voz incómoda.
Hablemos claro. El presupuesto de la radio representaba el 0,16% del total municipal. Es decir, menos que el margen de error en un Excel. Pero fue presentada como si fuera el agujero negro de las finanzas municipales. Una mentira útil para justificar lo injustificable.
El mensaje de fondo es brutal: "no queremos medios que no podamos controlar". Porque eso era Radio Ciudadana: un espacio donde periodistas, organizaciones, artistas y vecinos tenían micrófono, incluso cuando pensaban distinto. Ese es el pecado imperdonable en tiempos donde la política se va alineando con el modelo de censura disfrazada de austeridad.
La radio no se cerró por falta de programación, ni por costos excesivos, ni por ineficiencia. Se cerró porque molestaba. Porque era impredecible, plural, y no se subordinaba al discurso único. Porque, aunque pública, no fue servil. Y eso, al parecer, en el Concordia que gobierna Azcué, es intolerable.
Lo que pasó con la Radio Pública es un ensayo de laboratorio de lo que se viene: achicar el Estado no para mejorarlo, sino para debilitar toda herramienta de participación social. Es el mismo libreto que Milei aplicó con Télam, pero en versión local.
Los trabajadores se enteraron mientras estaban al aire que se quedaban sin trabajo. No hubo diálogo. No hubo respeto. Hubo silencio. Silencio antes, durante y después. Es el mismo silencio que ahora intentan imponer en la comunidad: sin voces públicas, sin crítica, sin medios estatales, sin molestar.
Y mientras se cierran micrófonos, se abren micrófonos amigos. Porque lo que molesta no es la radio en sí. Molesta que sea libre. Si transmitiera loas al gobierno local, seguramente seguiría al aire. Pero tenía memoria, archivo y periodistas que no le deben favores a nadie. Eso es peligroso.
Desde esta página es imposible comprar el relato oficial. Imposible siquiera de endulzar. Cerrar un medio público es un acto de cobardía institucional. Y no es modernización: es retroceso. Es un cachetazo a la pluralidad, a la democracia y a la libertad de expresión.
Ojalá algún día lo entiendan. Aunque ya sea tarde para volver a prender la radio.



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